FERNANDO PEÑA DEFILLÓ | OBRAS MAESTRAS EN LONDRES
1 de Marzo 2019
Desde Londres cinco obras y una revelación
Después de sus estudios en la Escuela Nacional de Bellas Artes de Santo Domingo, en 1951 Fernando Peña Defilló partió a Europa, para un postgrado en la Escuela de San Fernando de Madrid, trabajó algunos años en España -del taller del pintor Vásquez Díaz a una integración al grupo informalista El Paso-. Londres y París fueron otras etapas antes del regreso definitivo a Santo Domingo en 1963, a su patria, por decisión y compromiso personal.
Sabemos que, mucho más que la escuela de arte que le parecía muy tradicional, Fernando Peña Defilló frecuentó el taller de Daniel Vásquez Díaz, su recordado maestro. En este período, fundamental, el joven artista dominicano cuyos condiscípulos a la vez reconocían y criticaban (¡!) la bella factura clásica, tuvo como amigos a pintores de su generación, ya ansiosos de renovar el tradicional arte de España y llevarlo a la universalidad moderna.
El grupo de estos inquietos conformó el colectivo, llamado El Paso, que solamente duró tres años, de1957 a 1960, pero tuvo una importancia decisiva en la plástica española y europea, y por supuesto en la evolución de Fernando Peña Defilló. Este ingresó al círculo y se relacionó así con Luis Feito, Manuel Millares, Rafael Canogar, Antonio Saura, entre otros. Él captivó la atención del famoso crítico y mentor de El Paso, Manuel Conde: no cabe duda de que, ya muy exitoso, nuestro artista, de permanecer en España, se hubiera convertido en artista europeo del trópico, famoso.
El Paso – de nombre simbólico- significó mucho más que una transformación estética –entre abstracción y expresionismo- y técnica– texturas y mezclas de materias-. Fue también un movimiento, implícito y soterrado, de liberación, en contra de la dictadura franquista y su estancamiento del arte. Para Fernando Peña Defilló, cuyo país sufría una tiranía, aun peor, la de Trujillo, era un camino abierto, e incontestablemente, sus obras del momento son de ruptura, de protesta, de resistencia.
Las obras abstractas, traídas de Londres, nos enseñan este avance, radical todavía en la década del 50, algo sin par en el arte dominicano. “El Pez”, “Telúrico”, “Star Fish”, “Orgánico” son ejemplos fehacientes. ¡Él se adelantó a la época más comprometida y militante de nuestra pintura!
Fernando Peña Defilló atravesó un fecundo período de color, de materia, de abstracción, tal vez no superado en el arte dominicano, que continuó hasta el 1963, interrumpido en gran medida porque entonces en Santo Domingo no comprendían esos experimentos y abstracciones, ¡que hoy todavía leemos como contemporáneos!
Cinco pinturas, perteneciendo a esa época tumultuosa, han vuelto a la “casa” de su dueño. Un retrato -algo enigmático-, del 1957, es figurativo aun… y ameritaría una investigación acerca de quien fue ese Ivan Pattison. Cierto romanticismo y un colorido , discreto, casi monocromático de un verde-gris oxidado, interpreta al personaje. Obviamente, no fue para el propio Peña Defilló una pintura cumbre. Tal vez una concesión amigable o un encargo local, pero su valor reside en el género, que él había heredado de la academia.
Las otras obras, sobresalientes, dos del 57 y 58, fueron traídas de España, dos fueron pintadas en Londres, 1959 y 1960, donde Fernando Peña Defilló mantenía contactos con sus amigos españoles y seguía investigando los impactos del color y de la materia, “liberados” de cualquier otro elemento que les hubiera quitado preeminencia. “Star Fish” y “El Pez” evocan el ambiente marino, por su título. El primero es un juego irradiante de líneas, que se incrusta en la materia arenosa y mineral de la mezcla pictórica, salpicada de luces. El segundo, misterioso y desgarrado(r), dramatiza la pasión y oposición rojo-negro, que tanto nuestro maestro como otros de El Paso valoraban estética y simbólicamente.
“Telúrico” triunfa entre las turbulencias de la materia: es una pequeña obra maestra que debería formar parte de una antología del informalismo. “Orgánico”, fascinante e imponente en composición, en color, en articulación interior, señala un ensayo en el retorno a la forma, y una curiosa anatomía abstracta.
Ya la obra de Fernando Peña Defilló poseía una riqueza emocional, técnica y experimental, un acervo singular en la pintura dominicana. Por la originalidad, la firmeza y el vigor, un artista, de manera incomparable, gestaba un mundo de sensaciones visuales y cromáticas, desde entonces jugando con lo visible y lo invisible, la vida y la muerte. El potencial expresivo totalizante había surgido, ¡el dominio de los cánones clásicos siendo la base del despegue hacia la libertad! Marrón, grises, sombras, tierra, trazos, espesores, protuberancias, proponen su seducción compleja… pero controlada, entre suntuosa y dramática, el negro, interviniendo -directa o indirectamente- en mezclas, “machucones” y consistencias. Las Pinturas Negras de Goya obviamente cabían al menos en la memoria y el subconsciente de Peña Defilló.
Topografía inconfundible en la pintura dominicana, los cuadros “de Londres” son un desafío a través del arte, brotando de la íntima convicción de Fernando Peña Defilló, de su rechazo de la autoridad absoluta que hundía a los hombres en la miseria moral y social. La Fundación y el Museo Fernando Peña Defilló, orgullosos de esa primicia en la historia del arte dominicano, brindan estas obras a la fruición de todos los amantes de la gran pintura.
Marianne de Tolentino ADCA/AICA
Apertura | Fernando Peña Defilló: obras maestras en londres
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