Defilló: De la Pintura a la Danza
7 de agosto 2018
Fotografías por Karoline Becker y Eliane Mena
Compenetración, dinámica y belleza, el encantamiento surgió desde el inicio de “Defilló”. “Cuadros-temas” se sucedieron como si fueran partes de un fresco coreográfico. Fluyeron formas y colores, apropiaciones sucesivas y su reinvención estética: los cuerpos elaboraban sus propias expresiones... Se produjo el osmosis de la coreografía, sus diseños y variaciones, con el clima y el clímax pictóricos... Las obras seleccionadas de Fernando Peña Defilló por la directora Marianela Boán, datan de la década del 90 y fueron pintadas en el 1998, excepto una perteneciendo a una serie transcendental. Aquella época, de creatividad intensa, equiparaba arquetipos criollos y cosmogonías ignotas, criaturas antillanas y corporeidades míticas en transito extraterrestre...
Del comienzo hasta el final, la metamorfosis danzaría se hizo ilustración espiritual y realidad tangible. Seis intérpretes -tres mujeres, tres hombres-, multiplicaron las secuencias, actuando en solos, parejas o grupo. ¡El ritmo, permanente, vibrante, trepidante a veces, prescindía de transición! Eran arquitecturas instantáneas e intensa culminación: los bailarines, sincronizados e integrados, se expandían, se levantaban, se desplomaban, se separaban, se juntaban... Movimientos en el piso como evoluciones en el aire, jamás les causaron problemas de ejecución.
Si volvemos a la referencia pictórica, el dinamismo coreográfico, a través de posiciones y movimientos de los bailarines, marcaba el antes y el después de la escena pintada, e inteligentemente, una y otra vez, recomponía el cuadro, devuelto a su perennidad... Trátese de “Los hermanos”, de “Confesor y Secundina”, o del estupendo “Bolero”, triunfó aquí el espacio, de la pintura como de la danza, del arte como de la vida... ¡Y qué decir del color, transferido y acentuado, en verde, amarillo, rojo, auténticamente “defillescos”! Era el mismo cuadro. Tal vez hubo una excepción en este sentido de referencia: fue creación total el dúo inspirado de “Arráncame la vida”, en su audaz balanceo y perspectiva aérea, impresionante de sensualidad, de plenitud y de discreción, proeza en el encuentro de los cuerpos, esplendor joven de la casi desnudez.
Las fotografías expuestas – ¡retratar la danza es una especialidad! – comunican una impresión de particular diversidad y riqueza, plusvalía expresiva que no se manifiesta en otras categorías y artes, aunando la inspiración iconográfica y la excelencia coreográfica, con una apropiación perfectamente acordada. Estas imágenes “ilustran” diálogos entre tres artes: la pintura, la danza, la fotografía, un intercambio aleccionador, ameno, armonioso, ejemplar, sin pretensiones de superioridad de una expresión artística sobre la otra. Como toda obra de arte, cada imagen requiere dos miradas, y comunes denominadores surgen muy pronto. El contemplador se percata de que, en su categoría, son portadoras de las dos corrientes mayores de la fotografía: el documento como testimonio de un espectáculo, la afirmación artística como objetivo prioritario, aun cuando se funden ambas corrientes: el documento y el arte.
Roland Barthes había objetado que la fotografía cambiaba la realidad, pretendiendo ilustrarla, y que marginaba su autenticidad. Esta observación se ajusta mucho más a la captación de conflictos que a una visualización de las armonías. Aquí, por el contrario, la estructura fotográfica exalta la magia del baile en sus continuas metamorfosis. Además, notamos que la fotografía intensifica la realidad en sus enfoques de lo escénico y lo estético conjugados. La toma es directa e instantánea, y, a través de la imagen, las fotógrafas Karoline Becker y Elianne Mena materializan una mirada a la vez testimonial y creativa, dando fe que existe una poesía visual. ¡La escritura de la luz se alía con la caligrafía de los cuerpos en el espacio, a partir de un discurso pictórico!. Nuestra mirada, seducida por esta simbiosis de puro cromatismo, formas aéreas, y expresividad corporal, se prolonga ante cada recreación real-maravillosa: al definir y fijar un ballet contemporáneo encantador, se convierte en su memoria para la nuestra…
La distancia que la cámara toma con la realidad, nos la devuelve, plural, espléndida, hasta sublime… del mismo modo que nuestra mirada aprovechó, desde la sala, la distancia con el escenario para disfrutar la energía y la gracia desplegadas en “Defilló” por la Compañía Nacional de Danza Contemporánea y su mentora Marianela Boán.
¡Cuánto Fernando Peña Defilló se hubiera deleitado con estas fotografías, surgidas de la danza desde su obra pictórica! ¿Quién sabe si no le hubieran inspirado nuevas pinturas?
Marianne de Tolentino ADCA/AICA